El globo aerostático fue, en su tiempo, un invento que revolucionó la vida humana. Fue el primer medio de transporte que permitió a los seres humanos elevarse del suelo.
El primer globo fue ideado por los hermanos Montgolfier. Todo empezó cuando estos dos hermanos, hijos de un fabricante de papel, jugando con bolsas de papel invertidas sobre el fuego se dieron cuenta que las bolsas subían hasta el techo gracias al aire caliente. Fue entonces cuando empezaron a investigar por qué y a construir bolsas más grandes y de materiales más ligeros.
El 1782 consiguieron un lanzamiento al aire libre de una bolsa de seda de 18 m3, que alcanzó una altitud de 250 metros. Pero no fue hasta un año más tarde cuando hicieron su primera demostración pública haciendo subir un globo con tripulantes vivos.
Aunque los primeros pasajeros en montar en un globo aerostático no fueron humanos. Fueron nada más y nada menos que una oveja, un pato y un pollo, y el motivo no fue otro que el de comprobar que un ser vivo podía sobrevolar las alturas. Este vuelo, presenciado por el rey Luis XVI, su esposa Maria Antonieta y toda la corte, tuvo lugar en 1783, duró 8 minutos y despegó desde el palacio de Versalles. Era un magnífico globo azul con ornamentos dorados cargado con una jaula de mimbre para transportar a los animales. Tras elevarse unos 500 metros de altura, el globo descendió suavemente en el bosque de Vaucresson y los animales resultaron ilesos.
Un mes después, los primeros humanos en montar en globo fueron Pilatre de Rozier y el Marqués de Arlandes, que volaron durante 25 minutos sobre París. Apenas 10 días después, cientos de miles de parisinos asistían al ascenso del globo de Jacques Charles y Nicolas-Louis Robert, que fue considerado el primer vuelo realmente tripulado de la historia. El globo de aire de los hermanos Montgolfier resultaba prácticamente incontrolable, pero Charles y Robert aplicaron un sistema de regulación de la altitud mediante bolsas de arena a modo de lastre que iban lanzando por la borda.
Jaques Charles contó así su experiencia: “Nada podrá igualar aquel momento de hilaridad total que me invadió el cuerpo en el momento de despegar. Me sentí como si estuviera volando lejos de la Tierra y de todos sus problemas para siempre. No fue simple deleite. Fue una especie de éxtasis físico”.
A partir de ahí y hasta nuestros tiempos, los avances en el mundo de los globos no han parado de sorprendernos a todos, pintando de colores los cielos de muchas ciudades.
Foto: Scala / Firenze