Esta es la pregunta que probablemente más a menudo nos hacen nuestros pasajeros una vez tomamos tierra después de cada vuelo en globo, durante la vuelta a la calma que supone el hecho de volver a tenir los pies en el suelo y con la ayuda de la copa de cava: “¿Qué significa Kon-Tiki?”
Para nosotros Kon-Tiki, con el paso de los años, ha ido adquiriendo una fuerza especial, un vínculo de este exótico nombre con nuestras vides que poco esperábamos cuando allá por el año 1988 le dábamos vueltas a qué nombre le podríamos poner si realmente acabábamos creando nuestra empresa de deportes de aventura.
Thor Heyerdahl (1914 – 2002) fue un antropólogo, un viajero, un aventurero. Seguramente también un espíritu soñador que le llevó a recorrer medio mundo. Heyerdahl quiso demostrar una teoría propia en la que aseguraba que los primeros pobladores de Polinesia podían provenir de Suramérica. La historia contemporánea da por sentado que la primera población tuvo lugar desde el sureste Asiático. Cuando Heyerdahl presentó su nueva hipótesis, de inmediato le fue rebatida con el argumento que en aquella época pre-inca habría sido imposible cruzar el océano Pacífico desde Suramérica hasta Polinesia. Simplemente por que las embarcaciones de esa época, balsas muy simples fabricadas con troncos y una vela cuadrada, no podrían haber navegado las más de 4.000 millas que separan ambos puntos de tierra. Pero Heyerdahl llega a su conclusión después de varios viajes tanta Perú como a Polinesia y encontrar una serie de coincidencias culturales y étnicas. Uno de los que más le llama la atención, hablando con los más ancianos de Perú, es la simbología y invocación a KON-TIKI, el hijo del Sol. Un dios que, representado por una máscara de facciones prominentes y con unos rayos en su frente que simbolizan el Sol, se repite en muchas zonas de Polinesia con una similitud sorprendente.
En vista de que la comunidad de historiadores de la época no le hacían ningún caso, incluso echando su teoría por los suelos, él, decidido, orgulloso y testarudo, decidí llevar a cabo una reproducción de este viaje imaginario a la realidad. Así, él, con cinco amigos más, viajan a Perú para construir una reproducción de la balsa de tronco. Esperaron el viento favorable y zarparon a surcar las aguas del Pacífico con muy poca maniobra, medio a la deriva, con esta balsa a la que bautizaron como la “Kon-Tiki” y que llevaba la máscara del hijo del Sol pintada en su vela. Tres meses más tarde encallaban en un arrecife coralino de las islas Marquesas.
Acababan de realizar la que denominaron “La expedición de la Kon-Tiki”. Acababan de demostrar que si no absolutamente cierta, por lo menos su teoría era más que posible.
Esto tenía lugar el año 1.947. Una historia que tuvo más reconocimiento por su caràcter de aventura que por el aspecto antropológico que pretendía demostrar Hederdahl.
De todas formes, él mismo escribió un libro sobre este increíble viaje que tuvo mucho éxito y que fue traducido a varios idiomas. “La expedición de la Kon-Tiki.”
Nosotros (Miquel y Angel) hacía muy poco tiempo que habíamos vuelto de nuestra primera gran aventura por África.
Estábamos dispuestos a seguir adelante con aquella idea que tan clara veíamos sentados al lado de la hoguera, bajo un baobab, a los pies de las imponentes agujas de roca de la Mano de Fátima, en el desierto de Mali, mientras mirábamos hacia sus cumbres estudiando el mejor itinerario para escalar ese majestuoso dedo de roca. A la vuelta, estábamos decididos a intentar crear y arrancar una empresa de deportes de aventura.
-“Si creamos una empresa, le tendremos que poner un nombre no ?”-
Nosotros dos, por casualidad, sabíamos de la expedición de la Kon-Tiki a través del libro. Ambos nos identificábamos con este espíritu de aventura, de descubrimiento, sonador y seguramente también un punto infantil de Thor Heyerdahl. Nos parecía un nombre suficientemente potente, comercial e internacional, el cual todo el mundo relacionaría inmediatamente con aventura. KON-TIKI, sin duda nuestra empresa se diría KON-TIKI. Club de Aventura Kon-Tiki.
Con el paso de los años nos hemos dado cuenta de que, en cuanto al nombre, en algunos aspectos acertamos pero en otros no. Si bien cuando nosotros oíamos la palabra Kon-Tiki inmediatamente veíamos viento, mar, aventures, ...aún ahora, la mayoría de nuestros pasajeros, no hay vuelo en el que, después del aterrizaje nos pregunten: “y esto de Kon-Tiki, ¿qué significa ?”
Y lo explicamos encantados, orgullosos de tener un nombre aventurero, orgullosos de seguir transmitiendo este espíritu de aventura.